viernes, 27 de marzo de 2015

BIG ONE CAP 11

No fue difícil convencer a mi padre que me dejase ir aquella noche "a dormir a casa de un amigo" Finalmente mi madre le había convencido a él para ir a Barcelona y tener una reunión con los nuevos amos de su antigua empresa que el abuelo había organizado convenientemente. A penas sí pude comer algo al mediodía. Me pasé la tarde tumbado en el sofá delante de la tele jugando con el mando a distancia. Mi mente estaba en blanco, más de una vez y de dos estuve tentado de llamar a Hasan y retirarme del asunto con cualquier excusa tonta. Finalmente llegó la hora y me levanté como empujado por un resorte invisible.

viernes, 20 de marzo de 2015

BIG ONE. CAP 10

Dos días antes del B1 llamé a Hasan y quedamos en vernos por la tarde en una terraza del paseo de Manresa. La verdad es que la espera se me estaba haciendo eterna.
Evitamos hablar del tema, estuvimos charlando de cómo les habían ido los exámenes de Setiembre, de mi vida anterior en Barcelona y del hermano pequeño de Mendoza - Nuno se llamaba- Hasan me contó que cuando metieron en la cárcel al padre de Mendoza los monjes del hospital se hicieron cargo del niño y durante la semana vivía con otros niños con problemas en una casa que hay al lado del hospital y que parece sacada de otros tiempos - la casa de la Culla- que ahora ya no se utilizaba. Mendoza tuvo que hacerse mayor de golpe y pasar a dirigir una situación familiar que se le escapaba de las manos a su pobre madre josefina, "la Jose" como le llamaba todo el mundo, que suficiente hacía con deslomarse a trabajar de la limpieza. Los Mendoza eran una familia minera de Sallent bien conocida y que, como tantas, había sucumbido al drama de la droga. De ahí le venía a Mendoza su fortaleza y su carácter, las circunstancias le obligaron a que sus pensamientos se tuviesen que convertir en decisiones y en acciones sin dilación. La dureza de la desgracia esculpió a un líder que en el fondo todos admiraban.

viernes, 13 de marzo de 2015

BIG ONE. CAP 9

Finalmente la semana del gran día llegó.
Desde el Lunes tenía sobre la mesa de mi cuarto lo que Héctor nos había encargado: la ropa más oscura que tuviese -chaqueta fina, jersey, camiseta y calcetines de deporte- unos guantes ni finos ni gruesos, una gorra negra (no sabía porqué) un calzado cómodo, resistente y por supuesto también oscuro (que fue lo único que me compré) una linterna halógena con recambio extra de pilas alcalinas y una bolsa resistente e impermeable. La única comida permitida era una ampolla de agua sin gas (y sin peligro al ser abierta) aliñada con zumo de limón, azúcar y sal (por lo de reponer energía y pérdidas por sudoración) barritas energéticas y frutos secos (que no dejan restos) un poco de papel higiénico y algunas tiritas y lo más importante y fundamental: nada de móviles.
En ningún momento mi padre me preguntó qué hacía todo aquello sobre la mesa de mi habitación. Me había visto con los mosqueteros por la calle y en el fondo le aliviaba que hubiese encontrado amigos (ni que fueses "esos" amigos) Además mi madre le había estado llamando insistentemente, los nuevos propietarios de su antigua empresa -uno de esos fondos de inversión- habían echado a la dirección que lo había despedido y la probabilidad de recuperar su antiguo empleo era más que una posibilidad. No me había comentado nada porque en el fondo y a pesar de todo se le veía cada vez más feliz con su nuevo destino. En Manresa, y después de muchos años, mi padre había encontrado la tranquilidad. A lo mejor no había sido tan malo todo lo que nos había pasado.
Pero esto yo no lo podía saber hasta que llegase el sábado.

viernes, 6 de marzo de 2015

BIG ONE. CAP 8

- Es perfecto. Dijo Héctor mientras Mendoza asentía con la cabeza.

Estaban todos reunidos en una mesa del Viena donde yo tenía que trabajar hasta finales de Setiembre. Habían tomado el restaurante como lugar de reunión, ocupaban incluso la misma mesa siempre. El encargado sonreía cuando les veía entrar. "la que estaréis liando tú i tus amigos" me solía comentar " mis amigos" no podía dejar de pensar una y otra vez cómo había cambiado mi vida en unos pocos meses.
Hasan había hecho con las fotos un croquis definitivo del edificio digno de un estudio de arquitectura. No faltaba ni un detalle, puertas, ventanas, muros, todo con sus alturas y cotas acompañadas de anotaciones precisas y limpias con su diminuta letra.

- El edificio tiene una estructura en doble U superpuesta, asimétrica en su parte inferior y con un tercer brazo central más bajo, todo conectado con pasillos laterales que dejan ocho espacios intermedios vacíos para la luz. En este está instalada una grúa. Explico Hasan.

- ¡Me encanta! Exclamó emocionado Mendoza.

La verdad es que todos eran unos expertos en el tema.
La entrada elegida era una pequeña portezuela provisional situada en el primer piso, escondida entre los muros de la parte posterior del edificio a la que se accedía trepando por una marquesina construida en el patio y que terminaba en una pequeña plataforma de cemento protegida por una valla metálica simple. Era una plataforma de descarga de materiales. Allí estaba, a escasos tres metros del suelo, abandonada, esperando ser asaltada por los mosqueteros del Viena.

- No tendremos problemas, esta parte del edificio queda a mucha altura y prácticamente no se ve desde la calle y aquí es donde la valla exterior es más baja. Además fijaos, al lado se han dejado una bastida móvil. Dijo Hasan henchido con su exhibición de dominio del espacio.

Realmente había infravalorado mi compañero de pupitre.

- No nos queda clara la salida. Dijo Héctor siempre dando el contrapunto.

- Lo sé Héctor - dijo Mendoza- pero me temo que lo tendremos que decidir una vez dentro.

- ¿El parking no es buena opción? preguntó.

- Nooo. respondimos Hasan y yo al unísono.

- A las malas siempre podremos salir por la puerta de a pié de calle. Dije yo. Hasan me miró y asintió con una sonrisa de colega.

- Será el viernes 4 de octubre -anunció solemnemente Mendoza- Héctor os pasará la lista del material imprescindible que evidentemente corre a cargo de cada uno, del resto nos encargamos Héctor y yo.

- Chicos, tengo que cerrar. Dijo el encargado acercándose a la mesa para ver si pillaba algo.