Estaba sentado en su butaca preferida, sólo, allí con la copa de coñac gran reserva en su mano, en el salón de la amplia casa a las afueras de Manresa. Las puertas que daban al jardín con piscina estaban abiertas de par en par, había sido un día caluroso y unos meses duros. Aida, su ópera preferida, llenaba el ambiente. Un leve ruido procedente de un móvil negro rompió la paz del momento.
- ¿Sí?
- Hola jefe soy yo. Perdone las molestias.
- Queda perdonado ¿Qué hay?
- Alguien ha entrado.
- ¿Alguien?
- Bueno, concretamente cuatro.
- ¿Por dónde?
- Por la puerta de atrás, la del patio de obras.
- ¿No la habíais clausurado?
- Aún no, la utilizábamos para los residuos, pero estaba cerrada.
- ¿Con el láser?
- No, aún era muy temprano, antes de las nueve.
La magia del momento se había desvanecido. Dejó el coñac sobre la mesita, bajó el volumen y volvió a coger el teléfono después de un leve suspiro.
- Pues vaya mierda ¿Los habéis identificado?
- No jefe, llevan gorras y evitan enfocar las linternas donde no deben. No son tontos.
- ¿Espías?
- No creo, parecen muy jóvenes y no han tocado nada excepto...
- ¿Excepto qué?
- Cogieron un transmisor, ha sido la señal que nos ha puesto en alerta, lo demás estaba aún desconectado para no afectar la sensibilización.
Se hizo un breve silencio.
- ¿Tenemos unidades dentro?
- Sí jefe, estaban a punto de salir ¿Está pensando en activarlas en el mismo edificio?
- Puede.
- Pues necesitaremos un alfa.
- Sin duda pero no será fácil.
- Desde luego.
Se hizo otro breve silencio. El otro lado del teléfono esperaba.
- Oye, de momento aislalos. ya veremos que hacemos.
- A la orden.
- Tenme informado.
- Así lo haré jefe, estamos en contacto.
Volvió a coger la copa, tomó un sorbo y se lo iba paseando por la boca mientras el gran reserva iba liberando todos sus gustos y aromas "Ahora que ya habíamos acabado" pensó para sí " pero quien sabe, a lo mejor esta es la mejor manera de probarlos" pensó tragándose el coñac lentamente.
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