jueves, 5 de noviembre de 2015

BIG ONE. CAP 40

En el parking había sucedido todo muy rápido ¿dónde estarían los demás?
Héctor ayudó a Mendoza a sentarse, la rodilla se había hinchado una barbaridad y ahogaba como podía los gritos de dolor. Habían subido por la escalera a toda prisa seguidos de cerca por aquellos seres irreales. Entraron en la planta -1 donde había aquellas salas con consultorios y se refugiaron en uno de los últimos despachos de la izquierda de la sala de espera. Pero ellos también habían entrado. Héctor no necesitaba verlos, sentía su energía de manera natural.El dibujo de su brazo se había convertido en una especie de medallón ahora en relieve que actuaba como un auténtico sensor.
De golpe empezó a oír como las puertas del otro lado se abrían y cerraban bruscamente. Héctor hizo una señal de silencio a Mendoza que seguía el ruido sentado en el suelo de la consulta.

- Venga, hay que moverse. Dijo Héctor mientras le ayudaba a levantarse de nuevo.

Los despachos se comunicaban por puertas intermedias, por lo que se podían desplazar sin necesidad de volver a la sala central. En ese momento Mendoza se desequilibró y se desplomó al intentar apoyarse en una camilla que a la vez golpeó bruscamente contra la pared de la consulta. El ruido de puertas del otro lado se detuvo de golpe.

- ¡Tenemos que darnos prisa, tenemos que darnos prisa! Gritó ahogadamente Héctor.

Empezaron a correr abriendo y cerrando puertas atropelladamente mientras oían como la última puerta de su fila de despachos se abría con estrépito.

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