Y allí estaba yo, dirigiéndome a mi peor pesadilla: el parking. Mi aversión por los aparcamientos venía de muy lejos, concretamente de cuando me perdí en uno de infecto de la plaza Urquinaona de Barcelona a los cuatro años. Los momentos que viví han formado siempre parte de mis peores sueños.
Entramos por la puerta de las escaleras que conducían hacia el infierno. Miré a Hasan, estaba igual de preocupado que yo. Llegamos a la planta -4 y Héctor y Mendoza seguían bajando.
- Ehh ¿Dónde vais? Grité con desesperación.
- Planta -5, donde hay la salida -dijo Mendoza- no te separes de Hasan. Añadió.
Los vi bajar a toda marcha mientras Héctor iba buscando dentro de su bolsa.
La cosa iba en serio, pero que muy en serio.
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