jueves, 3 de marzo de 2016

BIG ONE. CAP 53

- Les hemos perdido la pista jefe.

- Buscadlos en los pisos superiores, no pueden andar muy lejos. Dijo desde el teléfono negro mientras paseaba nerviosamente por la terraza sin soltar la copa de coñac que le había acompañado toda la noche.

- El batab tiene orden de no ir allí jefe.

- Lo sé. Dale una nueva orden. No habrá límites en todo el edificio.

- De acuerdo, pero son hábiles. Se repliegan con sentido. Seguro que tienen establecido un punto de reunión.

- Pues tendedles una trampa y seguidles.

- Sí jefe, pero no será fácil. Los celayotls deben aún de actuar cerca del batab.

- Lo entiendo pero no tenemos mucho tiempo, no tardará en amanecer.

- Tenemos tiempo suficiente jefe, los llevaremos hacia la trampa, parecerá un desgraciado accidente.

- Otra cosa.

- Diga jefe.

- Salvad a su batab, me interesa.

- Será difícil jefe, no se separa de ellos.

Se hizo un silencio en el que aprovechó para beber un trago. No era fácil encontrar una solución final sin provocar un escándalo de consecuencias imprevisibles e irreparables. Por otra parte le excitaba la posibilidad de tener un batab naif, original, real ¡en pleno siglo XXI!

- Lo entiendo. Mantenedme informado, comunicación constante. Según lo que pase ya decidiré.

- A la orden. Corto.

Dejó el teléfono negro sobre la mesita "parecerá un accidente, un desgraciado accidente" ¿Dios, cómo podía llegar a ser tan frío este hombre? "Ellos" se lo hicieron llegar vía contacto con los servicios secretos españoles "Tiene carta blanca, seguirá sus órdenes, no le dará ningún problema, usted no se preocupe de nada, sólo de las inducciones" le dijeron. Y así fue. Cuando entró aquel ladrón de cable él lo solucionó sin ningún aspaviento, sin derramar ni una gota de sangre, incluso le cambiaron la ropa para parecer un homeless sin más. No fue difícil convencer a todo el mundo, la terrible crisis había vuelto normal la imagen de gente sin casa y sin nada intentando ocupar un de los tantos edificios abandonados y pereciendo por ello. Apareció un pariente lejano de aquel hombre y "Ellos" lo solucionaron rápidamente porque dinero no les faltaba. Cuando pregunté por su muerte me contestó lacónicamente " la gente muere" Pero ahora todo era distinto, eran cuatro personas jóvenes y desde luego no parecían simples ladrones de cobre. ¿Porqué habían entrado? ¿Qué buscaban allí dentro con tanta determinación?

Esta vez decidiría él y no dejaría que su eficiente ayudante tomase las riendas. Miró al cielo y levanto su brazo derecho.

- Doctor Wilson ilumineme.


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